sábado, 21 de mayo de 2016

Paralelismos

Creo que todas las entradas de este blog las he escrito "contento". O con mucho sueño obligándome a levantarme de la cama para teclear.

Y hoy no iba a ser menos. Viendo el Córdoba me he calzado un par de cervezas y la parte responsable de escribir ha salido arriesgando a que se me olvide la lavadora que tengo que tender. Vaya por Dios, qué casualidad (y qué desgracia sería que se me olvidase tender la ropa dos veces en dos días). Como las veces anteriores. Paralelismos.

Porque de eso trata esta entrada. De paralelismos. De establecer patrones entre ciertas situaciones de la vida (de mi vida) para las cuales no tengo explicación más allá de la fe y la esperanza.

Porque (reitero el uso intencionado del adverbio) eso es lo que produce el Córdoba en mí. Es como volver con tu ex, aun a sabiendas de que hay escasísimas posibilidades de que todo vuelva a ser como antes, a ser feliz. Pero aun así, lo intentas, porque es una sensación que no puedes controlar, es un riesgo, un subidón de adrenalina que te mantiene vivo, sabiendo que después vendrá un bajón enorme. El de la realidad, el de las peleas, las discusiones, las decepciones. El pensar "¿Dónde quedó ese momento en el que confié y puse todas mis esperanzas a ciegas?".

Huelga decir que poner las esperanzas a ciegas rara vez funciona. A mí, hasta el momento, en el aspecto sentimental, no me ha funcionado.

Por eso me gusta el derrotero que está tomando el Córdoba tras la victoria de hoy. Me sirve para establecer un paralelismo entre el año del ascenso y éste.

El año del ascenso cambié de trabajo el 30 de junio. Éste también lo haré. El año del ascenso cambié  mi lugar de residencia por motivos de trabajo. Cambié de pareja, empecé una vida nueva. Éste, como la esperanza de que mi equipo se meta en playoff, está por ver. Lo más probable es que ninguno de los dos salga, pero mientras vivo con la ilusión, "la voglia (que se diría en italiano)", las ganas, el deseo de que sea así.

Por motivos cabalísticos e irraciones que no sea. Porque ser del Córdoba no es ser racional ni ser demasiado normal. Por fe que no quede.

Cómo lo vamos a ser, si ascendimos cuando todo parecía perdido en el 93.